El presidencialismo incentiva la
confrontación en gobiernos divididos. El reto del nuevo gobierno es
reducir la confrontación cultural e institucional
1. El nuevo presidencialismo dual. El triunfo de la fórmula de Mauricio Macri y Gabriela Michetti en la segunda vuelta presidencial abre un escenario novedoso para la democracia argentina y para su sistema político: Alternancia y gobierno dividido.
1. El nuevo presidencialismo dual. El triunfo de la fórmula de Mauricio Macri y Gabriela Michetti en la segunda vuelta presidencial abre un escenario novedoso para la democracia argentina y para su sistema político: Alternancia y gobierno dividido.
El gobierno dividido en un presidencialismo como el que estructura la Constitución Nacional, especialmente después de la reforma constitucional de 1994,
tiene varios aspectos atractivos. En especial, después de una etapa de
presidencialismo fuerte con un Congreso afín, una retórica marcada con
tendencias extremas y confrontación mediática constante.
Sin embargo, también tiene aspectos no tan atractivos: El escenario de una posible confrontación parlamentaria, gobierno por decreto ante una indeseable parálisis institucional, e incentivos al enfrentamiento desgastante.
El presidencialismo tiene una estructura republicana de gobierno
centralizado con dos posibles escenarios en el que los jugadores se
pueden configurar. Si las elecciones consolidan el gobierno alineado con el Congreso, el Poder Ejecutivo como estandarte controla todo el poder,
organizando al frente o partido político que lo llevó al gobierno y eso
aliviana los escasos frenos institucionales. Es más, eso puede permitir
neutralizar todos los frenos y contrapesos. Esto consolida formas de
juego institucional de baja calidad: republicanismo autoritario,
democracia delegativa y/o populista.
2. Los escenarios políticos: ¿Cooperar o confrontar?
Si las elecciones –en este caso gracias a un ballotage y a la alta
dispersión de las elecciones legislativas— generan un gobierno dividido
con Presidente sin mayorías propias en el Congreso, con una liga de
gobernadores preocupados por la gobernabilidad y necesidades mutuas,
esto permite avizorar dos nuevos escenarios de gobierno dividido: Un
escenario de cooperación o uno de confrontación.
Por un lado, en el escenario de cooperación, la habilidad del nuevo
presidente y de su fuerza política para seducir a la oposición federal y
parlamentaria al efecto de cooperar en el nuevo marco será fundamental.
Existen varios incentivos a la cooperación (1) en la
transición. Presupuesto, gobernabilidad, agenda anticorrupción, causas
judiciales, etc. No son muchos pero deben ser capitalizados con
inteligencia con las capacidades retóricas, mediáticas y políticas del
Ejecutivo y sus equipos de gobierno.
Seducir, negociar, tender puentes en un gobierno dividido es vital.
Especialmente, aprendiendo de graves errores políticos de etapas
anteriores en gobiernos fragmentados como el de De la Rúa. Este gobierno
equilibrado de consensos trasversales es tan atractivo como infrecuente
en nuestra cultura política personalista e hiper-presidencialista.
Por otro lado, está el escenario opuesto, el de los incentivos a la
confrontación (2), que muchos han sufrido, especialmente antes y después
de quiebres institucionales como 1989 y 2001/2002. En el pasado, esas
crisis de las democracias delegativas han consolidado gobiernos que concentraron poder desde lo institucional o desde la hegemonía política.
La puja distributiva hoy no permite hablar de un líder delegativo
ascendiendo sino de una lógica de confrontación para radicalizar las
debilidades del gobierno en un contexto económico adverso. Fomentar la
confrontación es un incentivo para la oposición parlamentaria pero sería
un error mortal para el oficialismo.
En un contexto de contracción económica la capacidad de construir
bajo la retórica republicana es mucho más necesaria que en tiempos de
mayorías legislativas y crecimiento a tasas chinas.
El ballotage dejó un resultado ajustado pero también una sociedad estable.
El contexto de la economía es delicado y recesivo pero no
irremediablemente explosivo. El futuro del presidencialismo con gobierno
dividido dependerá de la habilidad política de todo el arco político,
pero especialmente de la capacidad de construcción del Presidente y su
entorno.
El desafío del gobierno de Macri está en repetir vicios institucionales o cambiar los incentivos del viejo presidencialismo.
(*) Lucas Arrimada es Profesor de "Derecho Constitucional" y "Estudios Críticos del Derecho" (UBA/UP).
Lucas querido, tuve que moderar mi primera impresión porque el link a tu arti nos lleva a uno de Víctor Ramos, ese inefable Leuco de la inminente Opo. Titulación chicanera y de mala fe, como sólo La Voz del Interior o Clarín pueden proponer, mainqueísmo berreta y partiendo de una falacia: si no llegás al 40% más 10, o al 45%, no sos una mayoría, sos la primera minoría. Para concluir sobreestimando el impacto de partidos menores, en línea con el macartismo de CFK (los "traidores", esa palabra que la democracia no admite) ignorando en el camino que la posición de sus líderes no refleja a sus votantes.
ResponderBorrarPasando a tu arti, infinitamente más interesante, creo que es totalmente realista lo que planteás. Acaso me traicione la esperanza y me nuble el entendimiento, pero intuyo que Macri optará por la negociación, la conciliación y la seducción. Más allá de la dosis de Hepatalgina on the rocks que necesito para mirar el gobierno entrante, me pareció destacable su reacción en el affaire Ávila. Entendió que su propuesta es resistida (si es malo, no lo sabremos, el tipo fue puesto para auditar las universidades K) y que la FUA y la mayor organizacion estudiantil argentina (que además transita su espacio) se plantaron con fundamentos sólidos. Y volvió sobre sus pasos.
Espero que esa cordura prime también en relación a la Procuradora General de la Nación, y no se manden la cristinada de querer removerla ilegalmente. Espero que también ahí entienda que el mensaje institucional será pésimo, más allá del resultado concreto de la jugada.
En fin, sentarse a ver, que habrá cosas para aplaudir y cosas para salir a la calle. Porque saldremos a la calle como siempre salimos cuando se quieren llevar puesto algo importante. Lo hice con gobiernos para los que milité, imaginate ahora.
Abrazo!
L
Ahí corregí el link. Gracias por avisar. Say no more. Coincido con lo de Ávila. Lo paradójico del gobierno de Macri es que su retórica institucionalista tendrá que aceptar que ciertos espacios van a quedar en manos de la oposición y que el futuro presidencialista tendrá que bajar la intensidad de la confrontación a la que estamos acostumbrado en la dinámica oficialismo vs. oposición. Eso me parece atractivo pero también desconfío de los incentivos irracionales del presidencialismo.
ResponderBorrarHay buenas noticias es que el espectro político no está dividido en dos sino en tres sectores. Eso puede forzar un poco más de racionalidad en el largo plazo. Esperemos.
Salud!