Publicamos esta nota en Perfil acá a horas del traspaso presidencial. En estos tiempos extremos que concluyen entendí muchas cosas. Cosas que no se pueden entender sino con experiencia. Hay vivencias que no se pueden saber ni conocer sino solamente experimentar. Los tiempos que vienen son cada vez más interesantes porque serán tiempos sin ingenuidad ni velos.
Es probable que las formas del macrismo sean menos intensas pero sus acciones puedan ser más lesivas, muy dañinas. Por eso mismo es clave, primero, reconocer las relevancia de las formas en política y, segundo, entenderlas.
Madurar el ojo en política es quitarse los velos y entender a los jugadores y al juego para después decidir cómo jugarlo. La política tiene diferentes lenguajes y juegos del lenguaje. Por eso, más allá de los chupamedias y soldados, más allá de los agentes encubiertos y los operadores en las sombras, más allá de los ortodoxos y los dogmáticos, más allá de los que están en varios closets y son serviciales al lado oscuro de la fuerza, está la política democrática que sigue siendo interesante.
La transcribimos a continuación uno o dos días después en esta semana corta y ocupada. Salud!
perder prestigio para ganar popularidad - Palermo 2015 |
El fin de la lógica amigo - enemigo
La lógica amigo – enemigo estructuró la dinámica entre kirchnerismo y antikirchnerismo. El nuevo gobierno podrá recrearla o evitarlo
Desde el conflicto del Gobierno con el Campo,
la política nacional se estructuró cada vez más desde la lógica de
amigo – enemigo. Salvo excepciones, socialmente, en todo ámbito, desde
una cena familiar hasta una conversación de café, la polarización política fue ganando la batalla contra el diálogo de razones.
El carácter extremo de la lógica amigo – enemigo necesitó de dos jugadores sin matices ni dudas: El kirchnerismo y antikirchnerismo.
No todos los sectores del Gobierno y la oposición fueron igual de
irrazonables y agresivos. Sin embargo, se necesitan dos para el tango.
En estos años ambos sectores jugaron ese juego tan intenso como
peligroso.
La intensidad en política puede tener aspectos positivos. Pero cuando se transforma en agresividad irracional sin posibilidad de diálogo y confrontación dogmática hace daño a toda la comunidad. Ambos sectores no dejaron de redoblar la apuesta a cada paso, incluso a cada error.
En contra de lo que se cree, la crítica es más necesaria que la defensa dogmática. La intolerancia se hizo carne tanto en los sectores del kirchnerismo ortodoxo como del antikirchnerismo mediático. Fue un diálogo de sordos, lleno de insultos y lugares comunes de la dicotomía.
Si alguien defendía una medida del gobierno era automáticamente un soldado oficialista y cómplice de las políticas más atroces. Si alguien criticaba una medida del gobierno era socio de los enemigos del pueblo y cómplice de la dictadura.
Toda crítica se sintió como un ataque. Cualquier duda era un insulto.
En este tiempo, esa lógica permitió defender lo indefendible.
Incluso en el ámbito donde todo es complejidad y reflexión, en el mundo académico e intelectual, todo se volvió extremos sin matices y hasta se observaron cazas de brujas y purgas salvajes.
Jugar al extremo fue capitalizado por los jugadores que perdieron las inhibiciones y la razón. Los opositores irracionales del gobierno y sus defensores dogmáticos. Muchos jugaron el juego para ganar socios, notoriedad y prensa. Perder el juicio pero ganar popularidad.
Muchos perdieron su capacidad de análisis razonado pero ganaron un caudal de adictos al odio/amor del kirchnerismo y antikirchnerismo. Ese caudal es útil en las campañas electorales, no en la construcción de la política democrática o del futuro de un país.
Con sus formas emotivas y salvajes el kirchnerismo y el antikirchnerismo se parecen más de lo que se diferencian.
A pesar que en el largo plazo sea autodestructivo y hasta irracional, la intensidad del juego es adictiva y hasta genera un placer enfermo. Pasadas las elecciones y el ballatoge sabemos que tanta tensión fue útil y productiva
para ciertos sectores políticos. El antikirchnerismo jugó las mismas
reglas de juego que el kirchnerismo impulsó y se impuso con un
resultado. Ambos sectores no les importó entrar en contradicciones
abiertas para intentar ganar la batallar electoral.
Una cosa es que el conflicto sea inevitable en política.
Otra cosa es que el conflicto sea el objeto deseado del placer
masoquista de la política. En el marco de un futuro sin mayorías
parlamentarias sería muy peligroso que el nuevo gobierno no intente
bajar la intensidad y/o directamente poner fin a la lógica
amigo-enemigo.
(*) Lucas Arrimada (Twitter @lucasarrimada) es Profesor de "Derecho Constitucional" y "Estudios Críticos del Derecho" (UBA/UP).
Si el nuevo gobierno polariza en un contexto de presidencialismo con legitimidad dual, la crisis institucional será una consecuencia deseada. Será la consecuencia de las reglas de juego institucional irracional que tenemos y que no fueron reformadas en 1994.