el submarino judicial - Palermo 2014 |
En línea consistente de dar una versión realista, ni ingenua ni cínica ni chupamedias, del poder judicial publicamos esta columna en El Estadista sobre el futuro de la Corte de Macri.
No hay mención a todos los fallos que dictó en estos diez días la Corte porque eso es lo que viene. Repasar la jurisprudencia estratégica.
Siempre decimos que "las Cortes" no son de los presidentes ni de los gobiernos. Cada vez que podemos lo aclaramos. Sin embargo, el presidencialismo es presidencialismo, especialmente en el caso argentino, justamente porque a cambio de gobierno hay cambio en la Corte. Sin duda eso también explica la constante debilidad del poder judicial, en general, y de la Corte, en especial.
Las dimensiones de ese cambio las veremos pronto. Pueden ser de composición (Alfonsín, Mé#em o Kirchner) o de relaciones diplomáticas (De la Rúa). Después del 10 de Diciembre veremos.
Este escenario de Gobierno divido obligará a negociar al futuro oficialismo con la futura oposición. La negociaciones pueden ser cruzadas y el futuro de la Corte puede estar atada a algunos aspectos propios o ajenos a la órbita judicialista.
Menos mal que la democracia va más allá de votar entre Mauricio Scioli y Daniel Macri. En fin, transcribimos la nota. Atenti con sus juegos de lenguaje. Salud!
Menos mal que la democracia va más allá de votar entre Mauricio Scioli y Daniel Macri. En fin, transcribimos la nota. Atenti con sus juegos de lenguaje. Salud!
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La Corte Suprema de Macri: Entre la continuidad y el cambio
1. Ballotage y presidencialismo con legitimidad dual: El triunfo de la fórmula de
Mauricio Macri y Gabriela Michetti en la segunda vuelta presidencial abre un
escenario novedoso para todo el sistema político y judicial argentino, tanto a
nivel nacional como federal.
Por un lado, se abre un escenario
de alternancia y gobierno dividido en el sistema político. Alternancia después
de 12 años de gobierno de una fuerza política. Gobierno dividido de un futuro
presidencialismo sin mayorías legislativas, débil para algunos, equilibrado
para otros, y con una clara obligación institucional de negociar y consensuar
con las fuerzas opositoras, formadas por adversarios del Massismo, Kirchnerismo
y Justicialismo en reconstrucción, para garantizar gobernabilidad.
Por otro lado, en la esfera de
extraño mundo judicial, el ballotage resolvió las incertidumbres sobre el
futuro institucional de la Corte Suprema, su reforma y/o designación de las
vacantes pendientes.
En lo respectivo al sistema
federal, siempre rezagado, hay una buena noticia. La ciudad de Buenos Aires
podrá migrar lo pertinente a la Policía y la Justicia Nacional al ámbito de la
Ciudad de Buenos Aires como establece el Art. 129 de la Constitución Nacional y
el presidencialismo nacional perderá poder sobre el Poder Judicial Nacional.
Tanto las Fuerzas de Seguridad como el Poder Judicial se resistirán o pondrán
sus condiciones pero esta es la coyuntura más propicia para finalmente cumplir
el mandato constitucional con la alineación política entre gobierno CABA y
gobierno Nacional.
2. La Corte Suprema y el gobierno
dividido: La Corte es un espacio político central para el futuro gobierno.
Habrá muchos aspectos de un presidencialismo con gobierno dividido en una
coyuntura económica adversa que la hacen una colaboradora fundamental de las
políticas públicas del gobierno de Macri y una eventual moderadora de la
institucionalidad republicana.
Como lo demuestran todos los
gobiernos constitucionales de los últimos 32 años, la Corte que forme el nuevo
gobierno entrará en una nueva primavera, larga o corta no sabremos, con la
nueva administración. Corte y Ejecutivo serán socios con intereses recíprocos.
Alfonsín y Ménem formaron sus Cortes. De la Rúa jugó a una continuidad
diplomática y la Corte siempre lo acompañó, incluso en el sostenimiento de las
medidas más impopulares como el recorte a los empleados públicos (Fallo
Guida:2000) y el corralito bancario (Fallo Kiper:2001). Néstor Kirchner formó
la Corte de Lorenzetti -en definitiva la Corte de la década ganada, la Corte de
los Kirchners- y esa sociedad funcionó hasta el conflicto del campo como un
pacto casi perfecto, con sus errores puntuales pero con beneficios que todavía
hoy son capitalizados tanto por el Gobierno como por la Corte.
La Corte entrará en una proceso
de hibernación republicana y bajará el perfil con el fin del kirchnerismo, en
definitiva, su padre (re)fundador y ex socio en la gobernabilidad postcrisis
del 2001.
En esta nueva coyuntura, la Corte
puede recibir aire fresco y revitalizado. Habrá algunas sentencias, como las
hubo en el último de campaña electoral, que la harán protagonista tanto en un
perfil progresista como en un perfil colaborador del futuro gobierno. Sin
embargo, la nueva situación institucional y económica no presentan escenarios
tan prometedores para la Corte como en el pasado.
El futuro de la Corte de Macri
también pasa por Córdoba. Juan Carlos Maqueda en definitiva, el gran presidente del Senado en el
2012, un justicialista de la mediterránea república de Córdoba, puede ser el
nuevo gran armador de la relación institucional Ejecutivo-Corte como lo fue en
los tiempos de Néstor Kirchner. El gobierno de Cristina Kirchner lo forzó a
replegarse todavía más en las sombras de la oposición, expresar sus estrategias
a través de otros y hablar únicamente a través de sus sentencias. Su
invisibilidad en la política judicial y la seriedad de su trabajo
constitucional durante estos años lo hacen, quizás, el más hábil Juez Supremo
de la actual coyuntura institucional.
Con la nueva situación la disputa
por las designaciones en la Corte Suprema se abre en el Frente Cambiemos. La
situación de gobierno dividido con mayorías opositoras en Diputados y en el
Senado sugiere que se intentarán construir pactos de gobernabilidad y consensos
forzados. Eso fomenta que los candidatos sean parte de un consenso más
diplomático, lejos de la polarización discursiva y la fricción electoralista de
ayer.
Todo hace pensar que los futuros candidatos a la Corte deberían tener, al menos, dos características. Primero, deberían ser parte de un consenso entre varias fuerzas políticas entre oficialismo y oposición. Esto cierra puertas a varios soldados irracionales que tuvo tanto el kirchnerismo como el macrismo en el juego de fricciones autodestructivas. Segundo, la Corte es el lugar de la moderación de los discursos legales y el perfume de la solemnidad. Las/os candidatos deben aparentar estar más allá de la grieta. Más en una situación institucional divisiva como la que se proyecta. Y mucho más sí el frente Cambiemos quieren expandir sus posibilidades de gobierno y comienza a pensar en el 2019.
Los perfiles militantes y
confrontativos en cargos judiciales son tan raros como evidentemente
desaconsejables. Más allá de los acuerdos y enfrentamientos, los zig-zags entre
Lorenzetti y el Gobierno, lo que resulta difícil de sostener es la hostilidad
institucional en el marco de un gobierno de legitimidad dual.
El perfil extremo del Ejecutivo Nacional fue muy parecido al propio del Presidente de la Corte. Todo indica que el fin de ciclo recomienda bajar también su intensidad y también, quizás, se procure buscar una alternancia, reduciéndose los personalismos.
Las formas son tan importantes como
el fondo. Acción y comunicación son una sola cosa en la política moderna. El
perfil de conciliación entre oficialismo y oposición podría ser una
rejuvenecida versión de la dupla Ricardo Gil Lavedra y León Arslanián,
políticos pero también judiciales, buenos formadores de equipos, pero sin
estudios jurídicos litigando en el fuero judicial, especialmente en la propia
Corte Suprema. Sin duda, un perfil federal y una mujer serían igualmente
necesarios, bienvenidos y constitucionalmente recomendables.
Elegir figuras representativas de
la etapa anterior, tanto del kirchnerismo o del antikirchnerismo visceral,
puede ser un error que obture los acuerdos. Consensuar figuras con bajo perfil
y nula participación política o mediática sería tácticamente útil para
conseguir los consensos en un Senado expectante.
Todo esto no impide que se
proponga una ampliación de los miembros del Máximo Tribunal y así aumentar los
cargos del acuerdo político buscando un nuevo pacto refundador para la Corte.
Ese escenario sería más costoso y mucho más engorroso para los acuerdos y
audiencias en el Senado. Se avecinan tiempos en los que lo económico parece
condicionar lo institucional. Puede ser costoso, en tiempo y exposición, pero
no por eso improbable.
Más allá de todo, la Corte deberá
negociar ya no con un oficialismo hegemónico sino con diversas fuerzas
políticas transversales, con el Ejecutivo y en el Legislativo, un futuro
institucional entre viejos amigos y nuevos adversarios, entre cambios y
continuidades.-