Publicamos esta nota sobre la Corte Suprema en el contexto post-electoral. Obviamente tomamos los escenarios electorales con mayor posibilidad, o sea, entre Scioli y Macri. Salió en El Estadista, acá.
Publicamos acá la última versión de la nota. Salud!
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el futuro de un matrimonio difícil - Palermo 2014 |
“Las presidencias van y vienen. La Corte Suprema es
para siempre”.
William Howard Taft.
La relación entre Corte y Ejecutivo en estos 12 años tuvo varias etapas
diferenciadas. Se inició con un pacto de reconstrucción de legitimidades,
sufrió momentos de conflicto político abierto, llegando a la paz negociada,
Código Civil mediante.
Tuvo momentos de sociedad operativa y otros de enfrentamientos exagerados.
Lejos de las versiones idealizadas, la Corte no enfrentó al Ejecutivo salvo que sus propios intereses estuviesen en juego. Los casos de la reforma judicial frustrada del 2013 o el más reciente conflicto de la “Ley de conjueces” (y subrogancias) son ejemplos notables.
Lejos de las versiones idealizadas, la Corte no enfrentó al Ejecutivo salvo que sus propios intereses estuviesen en juego. Los casos de la reforma judicial frustrada del 2013 o el más reciente conflicto de la “Ley de conjueces” (y subrogancias) son ejemplos notables.
En contraste a la imagen recurrente, la Corte acompañó al Gobierno en
todos los procesos políticos y económicos claves de los diferentes momentos de
la década kirchnerista (pesificación, silencio en el conflicto del campo,
acuerdo Chevron, ley de medios y caso Clarín, etc). Esto no le impidió, antes y
después, dar señales ambiguas y contradictorias.
Ejecutivo y Corte negociaron diplomáticamente decisiones claves y
silencios estratégicos fuera y dentro de los expedientes más importantes de los
diferentes momentos de la política nacional de la última década.
Sin embargo, el futuro puede traer escenarios institucionales
alternativos. Pensemos dos de los posibles futuros contextos.
El contexto de
estabilidad de la Corte. Por un lado, en cualquiera de los dos contextos
electorales con posibilidad de concretarse, la Corte tendría más tranquilidad
institucional, menos intensidad frente a tentativos conflictos políticos
remotos. La debilidad de sus adversarios políticos la fortalecerá. El repliegue
relativo de sus rivales en el gobierno -antes socios- es una de las razones
para reforzar y mantener -sin mucho esfuerzo- un fuerte perfil público de la
Corte y de su Presidente.
La fortaleza institucional y la habilidad política de su líder encontrarían
una sintonía y un contexto óptimo en el modo de construir discurso político con
Macri y/o Scioli. Podría hasta tomarse licencias poéticas y criticar desde el
“progresismo legal” al futuro gobierno con decisiones retóricas y populismo
judicial con amplia repercusión mediática.
El contexto de rediseño
de la Corte. Por otro lado, la ventaja comparativa del nuevo contexto político
podría ser temporal. Eso dependerá de los actores, sus acuerdos, sus confianzas
y sus proyectos a largo plazo. La Corte está, en este preciso momento, en una
irregular coyuntura en la que está operando con cuatro (4) Jueces Supremos y miembros
con problemas de salud crónica.
La posibilidad de múltiples nombramientos consecutivos es real y
tangible. Si el número de miembros a nombrar es tres (3), el cambio de la
mayoría de la Corte puede abrir procesos de cambios de mayor profundidad.
En ese escenario es muy probable que la propia Corte, desde su
presidencia, intente impulsar desde su interior a un candidato afín que asegure
el status quo de la Corte y su perfil.
Sin embargo, con tres nuevas designaciones ese poder personalista innegable de
la presidencia de la Corte sobre la Corte sería amenazado, reducido y/o reformulado.
Este escenario cambiaría drásticamente si se plantea una reforma más ambiciosa
de la Corte con una ampliación del número de sus miembros u otro escenario de
cambio constitucional.
Las opciones electorales parecen beneficiar a la Corte. Ésta se puede
fortalecer con un nuevo capítulo progresista y retórico en el futuro escenario
más conservador y menos intenso de la política post-electoral. Con sus enemigos
entrando en un segundo plano de la política presidencial puede aumentar su
fortaleza institucional. A pesar de esto, la Corte también puede inminentemente
sufrir el efecto de la transición de gobiernos democráticos.
Esas transformaciones pueden expulsar algunos actores judiciales
directamente al terreno político. Bien lo sabía William Howard Taft (1857-1930)
quien fue Presidente de los EEUU y después Presidente de su Corte Suprema, que
el orden de los factores no altera la posibilidad de repetir una reversión de
su propia historia.
En cualquier escenario, el futuro de la Corte como actor institucional
dependen siempre, más allá que las formas republicanas y los conflictos sobreactuados
lo oculten, de la correlación de fuerzas de la política democrática.
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