el miedo judicial es el camino al lado oscuro de la servilleta - Buenos Aires 2012 |
Publicamos esta nota en Infobae, acá, sobre formas de populismo judicial inspirados un poco por las reacciones magistrales que observamos en estas curiosas entrevistas acá en Perfil y acá en La Nación, ante la imposibilidad de capitalizar mediáticamente la noticia de la semana, del mes o quizás del año en términos de DDHH. Sin duda, el enojo hizo obvio lo antes muchas veces evidente, los jueces pretenden expandir su imagen pública, aunque siempre se repita que no la necesitan porque están "fuera de la política" y porque sus garantías funcionales (inamovilidad en el cargo vitalicio y altos salarios intangibles). Hace años que eso dejó de ser así. La relación entre jueces, política y medios entró en otro ciclo muy diferente hace tiempo.
La transcribimos a continuación. Salud!
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Formas del
populismo judicial
Muchos jueces se
han vuelto cada vez más importantes en la arena política, con proyección
pública evidente, transformándose en protagonistas mediáticos recurrentes. Esa
descripción no deja de tener aristas complejas y efectos visibles para la
función de los magistrados en una democracia.
Los jueces son elegidos por el sistema político. No
son extraños al sistema político sino producto de la política y de los
consensos políticos multipartidarios. Es más, muchos jueces tienen una larga trayectoria
política, de militancia en las sombras, en los márgenes, y siempre fueron
políticos de una forma solapada, con un bajo perfil de operador judicial,
asesor político, abogado exitoso y/o profesor universitario.
El hecho
institucional que lleva a los jueces a ser cada vez más políticos, dentro o
fuera de la magistratura, con acciones públicas o privadas, acarrea una
característica propia de la arena política hacia el territorio propio de los
expedientes judiciales: Los jueces pueden
ejercer formas de demagogia y populismo judicial.
Hay una variedad
de formas en las que los jueces pueden volverse demagogos e incurrir en el
populismo judicial. Pensemos algunos ejemplos de esos escenarios y situaciones
posibles. Por un lado, los jueces pueden ser demagógicos cuando toman
decisiones que se presumen con efectos mediáticos pero en el mediano/largo
plazo terminan en nulidades, absoluciones y prescripciones. Típicamente, se
puede observar con los procesamientos históricos en resonantes casos de
corrupción hoy sepultados en los pasillos del olvido de los archivos de
tribunales.
Si vemos toda la
trayectoria, en estos casos, se puede identificar un procesamiento mediático
con una posterior absolución -nulidad, prescripción o equivalente legal- en una
sentencia que sale a la luz en la última semana de Diciembre entre las fiestas
navideñas, la indiferencia colectiva y el clima de amnesia propio del fin de
año. Claro ejemplo de esta situación fue la sentencia del largo proceso contra
el ex Presidente De la Rúa por el caso de las millonarias “coimas del Senado”
en la reforma laboral.
Estadísticamente,
ha quedado demostrado, en muchos de estos casos con alto impacto público, que
se han procesado a políticos famosos con mucha pompa coyuntural y con los años,
cuando ya nadie reconoce a esa figura pública ni habrá preocupantes repercusiones,
se absuelven a los antes mediáticamente procesados. Alto costo político en el
corto plazo -y honorarios de abogados influyentes- pero baja producción de
efectos judiciales en el largo plazo.
Por otro lado,
un caso todavía más preocupante es el caso de muchas hermosas y muy poéticas
sentencias cuya implementación se frustran o abandonan. Retórica judicial sin implementación concreta. Discursos versus
políticas públicas. Las sentencias como discursos electorales, los efectos de
las sentencias como políticas públicas. Se han dictado muchas sentencias
con altos efectos mediáticos y simbólicos pero magros o nulos efectos concretos
en las políticas públicas.
A veces esta
situación es responsabilidad de los políticos que las incumplen, a veces de los
jueces que saben que son de imposible cumplimiento y a veces es responsabilidad
de ambos sectores. Los propios tribunales, una vez pasado los efectos
mediáticos de las sentencias abandonan, de formas sutiles y bajo excusas formales,
dejan de “implementar” la sentencia. Los
efectos mediáticos se vuelven más importantes que los efectos concretos, su
implementación. Nunca transforman la realidad. Sigue todo como está. Las
sentencias de la Corte en los casos sobre hacinamiento carcelario de la
Provincia de Buenos Aires (2005), Matanza-Riachuelo (2006) o Procurador Sosa (en
varias ocasiones entre el 2001 y el 2008) parecen encuadrar en esta acción
retórica de alto impacto mediático, con magros o nulos efectos y/o con abandono
posterior (especialmente el primer caso y el tercero).
En este contexto
cabe entender ciertas reacciones mediáticas de la Jueza Servini de Cubría que
no pudo capitalizar públicamente la gran la noticia de la semana pasada: La
recuperación y el emotivo reencuentro del nieto de la presidenta de Abuelas de
Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Sin embargo, cada vez más, con todo lo que
ello implica, resulta manifiesto que el populismo judicial llegó para quedarse.
Dependerá de nosotros saber exigir menos
palabras y más acciones, menos discursos en forma de sentencia y más resultados
en forma de derechos.-
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