Alegres por la buena nueva sobre el nieto recuperado, el #Nieto114, republicamos esta nota del 2011 que saliera en la Revista Cítrica, acá. La escribimos producto de la sentencia del caso ESMA y parece oportuna refrescarla en este contexto de festejos y logros. Sin duda, el gran aporte de las Abuelas de Plaza de Mayo, como de gran parte del movimiento de DDHH (Madres Línea Fundadora, Madres, en un extensísimo etcétera), con todas sus tensiones y varias contradicciones, fue fundamental en los aspectos culturales, en la conciencia social de los derechos, de la memoria, verdad y justicia. Alegría y a seguir...
Además, en la nota, adelantábamos un poco el título kafkiano del blog. Otra vez, salud!!
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memoria verdad y justicia como práctica intergeneracional - Buenos Aires 2010 |
ESMA: Memoria, verdad y justicia como práctica social
Ante la ley. "Ante la ley hay un guardián...", empieza un breve cuento de Kafka. En ese cuento, un campesino intenta sin resultados acceder a La Ley, representada como algo inaccesible, oscuro, misterioso, con muchos intermediarios -guardianes- que obstaculizan el acceso. Esa, podríamos decir, es una concepción social del Poder Judicial, de la siempre mentada "Justicia" -como aspiración- y de los derechos. Espacios distantes, meros idealismos, cosas extrañas, donde sólo dominan los abogados, los jueces y demás especímenes tribunalicios, gobiernan los profesionales de las leyes, con sus corbatas, trajes, formalidades, opacidad, lenguaje singular, totalmente ajeno a la sociedad.
Otra imagen, otro relato y otra práctica social es la que construyó el movimiento de derechos humanos, especialmente en el caso ESMA.
Detrás de la ley. El miércoles pasado, hace precisamente una semana, se sintetizó un proceso histórico, complejo, simbólico y sin par. El Juicio contra los represores de la ESMA, uno de los más terribles centros de detención de la última dictadura militar, concluyó con condenas a prisión perpetua a sus emblemáticos represores, los criminales que participaron en secuestros, torturas y desapariciones. Ayer la ESMA fue el corazón del terrorismo de Estado, hoy es un espacio de la memoria, con tensiones y diálogo.
La sentencia fue esperada por años, construida por décadas, elaborada por diferentes sectores y grupos activistas de derechos humanos. El juicio duró casi dos años. Después de más de dos horas de espera, el veredicto se comenzó a leer. Los jueces, tarde, otra vez, como siempre. La voz que leía el fallo era la del Juez Obligado, todo una metáfora. Las personas que deberían haber leído el veredicto -con sus irrelevantes artículos y frías formalidades- estaban en la calles de Comodoro Py. Por eso, la única Justicia será la que la sociedad expanda en su práctica y memoria, la repetida batalla cultural está ahí, en cada práctica social. Metáfora que aplica a tantos otros problemas de la Argentina. La decisión de la "Justicia" que lee el Juez se construye en las calles o plazas, en el espacio público, en la militancia cotidiana, a través de un proceso político y cultural de búsqueda de la verdad y disputa por el sentido.
Así, los derechos que se establecen en una ley de matrimonio igualitario o en la despenalización del aborto, como en los derechos laborales, no fueron "sancionados" por procesos legales puros sino "conquistados" por la tan mentada política. Su protección también está en la acción colectiva. En ese contexto, en democracia, la política podría ser vista como la herramienta por excelencia de transformación social, y en este caso puntual como condición posibilitadora de los juicios y como ejercicio social de (reconstrucción de la) memoria colectiva. Y esa herramienta usada para denunciar la tortura y muerte en la dictadura, debería ser la vía para luchar por las muertes y las torturas -en cárceles y comisarías de la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo- en la democracia del hoy. Los dos procesos deberían ser inseparables.
Cuando terminó la lectura del veredicto, los jueces huyeron -literalmente- del estrado. Afuera, los grupos festejan, discuten, polemizan, piden más, prometen más. Los "festejos" tienen sentimientos encontrados, la alegría un límite, los recuerdos de quiénes no están hacen que todo sea más difícil, incluso expresar en palabras los sentimientos, sus caras y contracaras. El pueblo no olvida ni perdona. Ese es ejercicio de memoria realizado.
En ese momento, es cuando pensamos: La memoria pasa por diferenciar la Justicia y el fallo. La Justicia es la lucha política por la memoria y la verdad de un pueblo. El fallo es -sólo- un momento importante de ese proceso. Lo central, lo que le da toda la fuerza al "momento fallo" es todo el proceso histórico llevado adelante por actores sociales y operadores de las comunidades que militaron el juicio: el plural y complejo movimiento de derechos humanos. En el caso ESMA específicamente, los esfuerzos se deben a los sobrevivientes y familiares de víctimas de los diversos sectores. Sin su coraje, al declarar, al recordar lo irreproducible, todo hubiese sido imposible.
Los juicios DDHH son espacios vitales, simbólica, política y legalmente, pero la verdadera Justicia necesita de una cultura de la memoria y de un ejercicio político de la misma. Necesita de la crítica y autocrítica constante, que construya y reconstruya ese pasado. Esa lucha se da en la sociedad, con la sociedad y todos sus sectores. Los juicios son sólo un espacio más, muy relevante sin duda, pero imposible de acotar los horizontes de la memoria y de la verdad. La Justicia siempre estará más allá, por fuera, del poder judicial, aunque tenga su "momento judicial". El Nunca Más es una -de las tan mentadas- batallas culturales, un proceso de autoreflexión colectiva, de la sociedad consigo misma.
El único guardián. Como dijimos "Ante la ley hay un guardián..." Ese guardián no es el poder judicial, no son los jueces, no fue la Cámara que llevó adelante el Juicio a las Juntas, no fueron los Fiscales en sus alegatos, no fueron todos los tribunales que ayudaron a que finalmente la Corte Suprema (que antes había convalidado la impunidad) declarara la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida y después los indultos, ese guardián es el pueblo, es la sociedad. Fue el movimiento de derechos humanos complejo, diverso y transversal. Siempre lo fue. Único guardián de la memoria, de la verdad y de la justicia.-
Lucas Arrimada es Profesor de Derecho Constitucional y Filosofía del Derecho (UBA).