la ebriedad moral ante la cornisa del espejo - Oxfordshire 2011 |
Salud!
La corrupción como árbol y como bosque.
La comisión de “personalidades públicas” para investigar la corrupción de cualquier gobierno es una muy mala idea y debe evitarse. En el mejor de los casos, es una respuesta peligrosamente ingenua y, en el peor, es una respuesta oportunista e hipócrita. Sobran las razones para pensar mejores respuestas, no crear falsas épicas y ensayar nuevos caminos:
I. - Una
CONADEP de la corrupción no va a
solucionar el problema cultural de la anomia social y la falta de respeto a la
ley que tenemos en la sociedad argentina, indiferentemente de la ideología
política o de la clase social.
II. - Una CONADEP de la corrupción no va a resolver la ausencia de políticas públicas de transparencia y de derecho al acceso a la información en todos los niveles: municipales, provinciales y nacional.
III. - Una
CONADEP de la corrupción servirá para ocultar el increíble fracaso judicial de
la casi totalidad de investigaciones judiciales sobre los escándalos de coimas
más famosos y notables de nuestra historia.
IV. - Una
CONADEP de la corrupción estaría concentrada demasiado en demonizar lo
político, lo público y al Estado, sin estudiar los actores privados y
corporaciones económicas estables de la corrupción en estos 30 años de
democracia. No se puede solucionar un problema político sin política.
V. - Una CONADEP de la corrupción de corte
elitista, de “personajes públicos” e “iluminados”, no va a reducir el
autoritarismo y personalismo que tenemos en nuestra cultura política sino que
los terminará reforzando.
VI. - Una
CONADEP de la corrupción nos impedirá ver la debilidad de las instituciones y
la ausencia de una política pública para los derechos de todos, en lugar de
clientelismo político, marketing electoral de la denuncia y show mediático -no
de la propuesta y construcción de consensos- como práctica política infértil.
VII. - Una
CONADEP de la corrupción no incorpora a la sociedad que tiene que pensarse
parte de una cultura disfuncional al ser juzgada por personas con supuesta
“superioridad moral”, desde arriba y desde afuera (sic). Sin participación
democrática y debate social en igualdad no hay reflexión pública e inclusiva.
VIII. - Una
CONADEP de la corrupción distorsionará la complejidad de los actores de la
corrupción, simplificando sus redes y prácticas de una forma que no permitirá
entender sus causas profundas más allá de categorías maniqueas y dicotómicas
del show mediático, de “buenos y malos”, en acciones que son colectivas y
cruzan todo el arco político y social.
IX - Una
CONADEP de la corrupción no dará respuesta a la falta de proyectos políticos a
largo plazo, la flaca presencia de ideas en el debate público y la carencia de
principios éticos en la mayoría de los espacios del poder de todo tipo.
X. - Una CONADEP de la corrupción sería un árbol
moral que nos impediría ver el bosque incendiado por una cultura de prácticas
sociales problemáticas. Todos somos parte del problema y parte de la solución.
La CONADEP fue
sin duda innovadora, poderosa y valiente en 1984. En la actualidad puede ser una mentira y una
forma de engañar a la sociedad. Una forma de no hacerse responsable, de no
enfrentarse al espejo. Es fomentar -y repetir- un show de “pan y circo moral”
que muchos dicen criticar.
El ciclo de las
democracias argentinas tiene este patrón: Desde Ménem a Kirchner, cada gobierno
responsabilizó al anterior. Señalar el caos producto de su predecesor se
utiliza para concentrar más poder institucional para “solucionar los problemas”
con golpes de efecto de corto plazo. Ese ciclo de concentración de poder y “emergencia
político-moral” es tan predecible como improductivo.
Salir de ese
ciclo de infantilidad política que atribuye a los demás, siempre al pasado o al
otro, todas las responsabilidades sería un gran paso para madurar como
democracia. Pensarse fuera de ese
círculo vicioso de ilusiones autodestructivas y concretar políticas
estructurales de largo plazo con respuestas a la altura de las necesidades
colectivas, podría evitar seguir en
la cultura de la mentira y el autoengaño.
La clave, otra vez, pasa por concretar políticas
públicas consensuadas, transversales y transparentes de largo plazo. Para todo esto
faltan nuevas prácticas políticas, no viejas ilusiones con nuevos ropajes. ¿Quién se animará?
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