En el contexto de un escenario que sigue siendo muy incierto, publicamos esta columna en Infobae acá sobre la situación de un posible default selectivo, forzado o no, por torpezas de la negociación oficial o por la árbitraria decisión del Juez Griesa, etc. vinculando lo que resulta evidente, la deuda externa -durante mucho tiempo un tótem intocable- resulta un obstáculo para pensar en el largo plazo y al mismo tiempo el propio sistema político que tenemos aumenta en lugar de disminuir las tendencias hacia el zigzag institucional sobre un tópico que en lugar de agravarse se profundiza.
Pronto salimos del letargo invernal, el receso de clases nos trajo otro tipo de obligaciones. Por ahora, transcribimos la nota y dejamos a continuación. Volveremos al ruedo. Sigamos y salud!
--..--
Constitución y default: Derecho y economía como obstáculos para el largo plazo
Argentina
nuevamente enfrenta un escenario de cesación de pagos de su deuda externa. Esta
situación, forzada o no, con errores propios y decisiones ajenas, tendrá
consecuencias para todos. Por eso, en este contexto, cabe mencionar dos aspectos relevantes que conectan a la Constitución
Nacional y al default de la deuda externa: La Constitución regula
específicamente el “arreglo de la deuda externa” y ambas dificultan pensar en
el largo plazo.
1. La ley y la deuda externa. La Constitución regula
en su artículo 75 inciso 7 que será el
Congreso, no el Ejecutivo, el que negocie y arregle los pagos de la
deuda externa.
La sabiduría de esa cláusula constitucional, originaria de la primera
Constitución de 1853, puede verse dialogando con ciertas traumáticas experiencias
previas a su dictado, en especial, al empréstito de la Baring Brothers.
No obstante
ello, todos los gobiernos tuvieron dificultades pragmáticas y operativas para
cumplir ese claro mandato de la Constitución. El Poder Legislativo nunca
participó del complejo arreglo de la deuda externa y ese pasaje quedó en mera
retórica constitucional.
La primacía de
los aspectos políticos frente a los aspectos constitucionales, o más
precisamente aspectos políticos-económicos, sobre el cumplimiento de la
Constitución no debe extrañarnos. Lamentablemente es una regla, no una
excepción. Una regla no escrita, no jurídica pero vigente al fin. Por eso
mismo, el segundo aspecto es político-legal.
2. Nuestro sistema político dificulta pensar en el
largo plazo.
Nuestras recurrentes crisis económicas son resultado de los procesos políticos
de un sistema presidencial -entre otros factores estructurales- que proyecta
decisiones a corto plazo. Si nuestra cultura política tiene defectos y vicios -producto
de años de autoritarismo sin instituciones ni control, ausencia de derechos y
política democrática- el sistema político los refuerza en lugar de reducirlos, aumenta
la miopía política en lugar de disminuirla.
En la
Constitución se establecen los derechos de los argentinos pensando en el largo
plazo, pero la institución presidencial -diseñada por la misma Constitución en
1853 y ampliada en 1994 con poderes de excepción antes inexistentes- piensa
estructuralmente de forma cortoplacista, utilizando sus fuerzas especialmente
en la batalla electoral y en solucionar urgentes problemas del hoy creando, en
ciertos casos, otros problemas para el mañana y para las futuras generaciones.
Eso se observa tanto
en las políticas públicas claves (trabajo, educación, salud, transporte
público, etc.) como en la economía de la deuda externa, su problemático origen
y su cíclica renegociación en estas tres
décadas. El zig-zag institucional dificulta actuar coherente y responsablemente
en temas vitales.
Estas
características son, al mismo tiempo, políticos y constitucionales, de los
jugadores y de las reglas de juego. El diseño institucional debería ayudarnos a
frenar los peores defectos de nuestro juego democrático y pensar en el largo
plazo. Por el contrario, nuestras instituciones potencian los defectos de
nuestra cultura política y incentivan, más racional que razonablemente, a pensar
en el corto plazo.
Lo simple es
identificar que la deuda externa y la Constitución, cada una a su manera, operan
como desafíos colectivos que merecen respuestas adecuadas para mejorar nuestros
horizontes. Lo difícil es dilucidar cómo cambiar una cultura miope y un juego
autodestructivo en el que ciertos actores políticos y económicos están
acostumbrados a las grandes ganancias en el cortísimo plazo a costas de todos
los argentinos.-