Finalmente salió una nota que escribí sobre la relación sociedad y poder judicial, en Infobae, acá. Desde hacía tiempo me parecía relevante tocar el tema de la percepción social del Poder Judicial y vincularlo con varios casos resonantes como el de la ex Jueza Parrilli. Transcribo la nota. Salud!
Ni justicia ni legítima: El poder
judicial frente a la sociedad.
Ayer se celebró la conferencia de
apertura del año judicial en el contexto del aniversario por los 150 años de la
Corte Suprema de la Nación. Sin duda, los tiempos han cambiado drásticamente
para el poder judicial y para la propia Corte en estos años. Su exposición es mucho mayor en la opinión pública,
su perfil es más alto y su capacidad de afectar la agenda política y mediática
en la política institucional aumentó. Al poder judicial se lo exige, se le pide
más. La sociedad se informa de las decisiones judiciales y se manifiesta a
favor o contra ellas, con la acción directa en las calles. Es razonable: Una
democracia madura exige un poder judicial muy diferente, consciente de su
carácter político y a la altura de su rol institucional, abierto a la
participación, transparente, comprometido con la igualdad constitucional, la
democracia y los derechos humanos.
Entre la ceremonia de apertura
del año judicial, con todas su particularidades, el estado deliberativo del
sector judicial y el proyectado encuentro “Justicia Legítima”, la sociedad
espera que se supere la retórica de tormenta en el poder judicial. Ya habló la
Corte. Próximamente, el Ejecutivo hará lo propio en el Congreso.
1. ¿Qué son 200 abogados… ? Pregunta un chiste popular. ¿Qué son 200 -o más-
jueces, funcionarios judiciales, empleados, secretarios, fiscales, defensores
de diferentes espacios, extracciones, trayectorias, generaciones, discutiendo
una agenda sobre los defectos institucionales y la reforma judicial en un
contexto de discusión pública -que deberá ser lo más abierta, plural y extensa
posible- sobre su democratización? Un buen comienzo.
En efecto, es sano y natural que
en el poder judicial se haga política. Los magistrados tienen elecciones, así
se eligen los Consejeros de la Magistratura. La Conferencia Nacional de Jueces
es claramente política y sindical. Es necesario que el poder judicial
reconozca su carácter político y no lo niegue hipócritamente. La elección de jueces es una decisión política: El
Ejecutivo elige y el Senado da el acuerdo en cada pliego.
Es deseable que todas las
reuniones y encuentros públicos sean lo más inclusivas posibles, plurales y
transversales a nivel partidario, que representen a “estamentos” diferentes, en
la jerárquica estructura del poder judicial. Será interesante observar
interactuar democrática y políticamente a muchos actores de un espacio
vertical. Esos desafíos de deliberación igualitaria, de democracia interna y de
inclusión representan los problemas del poder judicial hacia dentro y hacia
fuera de sus estructuras.
2. El poder judicial más allá
de los jueces. Gran parte de los defectos
del poder judicial -así mismo del sistema político- los sufren muchos
empleados, auxiliares, funcionarios y también los propios jueces, al igual que
defensores y fiscales de las nuevas generaciones. Sufren condiciones edilicias
deplorables, problemas estructurales, déficits de capacitación, mal manejo de
recursos humanos, en muchos casos precarización laboral y trabajos en
condiciones poco deseables. Hay responsabilidad ajenas y propias. Muchos de los
defectos del poder judicial son sufridos por sus propios miembros, además de
“los usuarios”. No hay duda de eso.
Por eso, varios matices se deben
hacer sobre la carga de trabajo, frente a los esfuerzos que muchas personas
hacen en las estructuras judiciales argentinas. Por ejemplo, muchos
secretarias/os de Juzgado frente a jueces que tienen una práctica sostenida de
delegar en sus funcionarios auxiliares todas sus responsabilidades. Esa
delegación es impropia, inadecuada y debe ser debatida en público. Discutir el
modelo de juez.
La idea que el juez escriba
todas las sentencias suele ser una ficción.
El Juez delega y firma lo que otra persona confeccionó para ella, a veces bajo
su pedido y control, a veces de forma autónoma. Se suele afirmar que “los
secretarios hacen todo lo que no firman y firman todo lo que no hacen”. Estas delegaciones impactan en los proceso de
manera negativa y en la tan pretendida legitimidad derivada de su elección.
Dado que es una regla de la práctica judicial, es poco probable que en una
estructura tan vertical y jerárquica como el poder judicial se pueda discutir
estas delegaciones impropias de manera pública y en condiciones de igualdad
inexistente. Ese es otro desafío.
3. La sociedad y el poder
judicial: La sociedad suele percibir al poder judicial muy lejos del
ideal de Justicia que muchos le hacen representar de manera acrítica, política
y estratégica. La sociedad ve jueces corruptos, jueces parciales, jueces
amigxs, etc. Los buenos jueces/juezas suelen ser invisibles. En Argentina hubo
jueces que no tenían título de abogado y jueces que contrataban a estudiantes
de derecho para redactar sentencia. Más allá de la pretensión de construir al
Juez como un modelo de humano
superior -cuestión que debe ser discutida- hay un imaginario social del Poder
Judicial muy diferente.
Podríamos citar las novelas de
Kafka, Juan Filloy, John Grisham, los versos del Martín Fierro, los radioteatros
de los Hermanos Marx, los documentales de Frederick Wiseman, los dibujos de
Daumier, ciertos pasajes de “El Secreto de sus ojos” o la bibliografía nacional
o internacional que critica las “Estructuras Judiciales” y sus peores
prácticas, por ejemplo, el libro homónimo del Juez Zaffaroni. Quedará para otra
ocasión. Esta vez utilizaré una referencia que todas/os pueden llegar a
conocer, recordar y ser mucho más cercana y gráfica: El episodio de la (ex)
Jueza Parrilli.
Ese episodio es una metáfora del
poder judicial al mismo tiempo que síntesis de sus peores defectos. Sabemos que
la Jueza Parrilli insultó, amenazó, discriminó a dos empleadas públicas, todo
fue grabado y la Jueza destituida. La imagen del Poder Judicial -y de muchos
que ostentan y abusan de su poder- puede verse representada en Parrilli. El
problema va mucho más allá de la propia Parrilli. Dista de ser personal, es
cultural y lamentablemente es la cultura del poder sin control. Por eso traigo
ese episodio y propongo de manera exploratoria usarlo como paradigma de lo que
se debe evitar, lo que debe cambiar. Recomiendo ver el video antes de comenzar
a analizar las frases.
Hay frases textuales que representan
privilegios (ver los impositivos entre
otros) "Yo no tengo que pagar, eh. Soy Jueza. Como no pago nunca en mi
vida", o el directo abuso de poder y las amenazas "No vengas a mi jurisdicción porque te mando
presa ocho meses" o "Te tendría que dar un
cachetazo..", sin olvidar el clasismo
propio de una institución elitista y la
discriminación en "Todas son morochas. Ni una rubia” o “Les pagan 1200 pesos para joder" y la
sensación de impunidad, la falta de control democrático "Los
controladores ni tres pelotas, yo soy el que le da las ordenes a los
controladores. Tonta!". Esta es la
frase que podría representar los sistemas de controles de los poderes en
general. Los que controlan no son controlados y los controlantes obedecen a
los controlados. Sin frenos ni contrapesos.
Algunos dirán que es muy duro
representar la realidad judicial con el episodio de la (ex) jueza Parrilli.
Lamentablemente la realidad parece ser más dura y compleja. Éste es un mero
ejemplo. Para la mayoría de los argentinos acceder al poder judicial para
resolver un problema, o es parte del problema o es directamente el problema.
Muchas personas con poder
pretenden estar más allá de la Ley. Sin ir más lejos en la propia Corte
Suprema, dos de sus miembros solicitaron que se declare inconstitucional la
propia Reforma de 1994 porque se exige (Art. 99 inc. 4) un nuevo acuerdo en el
Senado y establece un límite de 75 años para recibir dicho acuerdo.
El problema cultural del sistema
político y social, más allá de los colores políticos, es hacer de esas
excepciones una regla y de la regla una excepción. Una buena política
democrática debe hacer que la justicia y la legitimidad dejen de ser una
excepción.--